viernes, septiembre 08, 2006

El título del libro de Thomas Szasz es más que una pista de lo que se defiende a lo largo de sus páginas. Szasz, al igual que el prologuista Antonio Escohotado o el filósofo Fernando Savater, habla de nuestro derecho a las drogas. Desde una óptica liberal, la cosa está bastante clara. Ya lo dijo John Stuart Mill: "De la piel para adentro, el individuo es soberano". Por eso, la cuestión de las drogas no tiene vuelta de hoja: es derecho del individuo poder experimentar -como desde tiempos inmemoriales ha hecho- con todo tipo de sustancias para modificar su estado de conciencia. Los motivos últimos pueden ser de lo más variado, desde el que trata de estar más activo para poder estudiar hasta el que intenta remediar el mal de alturas o el que simplemente quiere experimentar un viaje pseudo-onírico. Además, la ilegalización no hace más que ahondar en el canto de sirenas que atrae a los jóvenes a probar lo prohibido, hace que las mafias naden en oro y pone en peligro a los consumidores por la frecuente posibilidad de toparse con partidas muy puras o, quizá, demasiado adulteradas.