lunes, julio 03, 2006

JOHN STUART MILL Y LAS MUJERES

En Aviñón, compró una casa cerca del cementerio. Desde las ventanas, podía ver la tumba de Harriet Taylor, su amada mujer. Pasaba largas temporadas allí, reconfortado al saber que estaba a su lado. Seguro de que pronto descansaría junto a ella para siempre.
Que nadie crea que aquel arrebatador amor fue la causa de las avanzadas ideas que, sobre la mujer, tenía John Stuart Mill. Él mismo aclara este punto en su magnífica Autobiografía. El que luchara por la emancipación femenina era consecuencia de su doctrina liberal. En nombre del individualismo, pudo Mill defender la igualdad de los sexos. Porque el individuo que defiende el filósofo inglés no tiene raza, ni sexo, ni cultura, ni religión. Este individuo es simplemente el ciudadano sometido a la ley. Por tanto, igual y libre. De modo que la ley debe aplicarse a todos y cada uno de los individuos, sin excepción.
En 1869 escribió La esclavitud de las mujeres. En este libro de ineludible lectura, expone sus argumentos para que la mujer deje de estar sometida al varón. Ya en 1867 había presentado en la Cámara de los Comunes el proyecto de ley pidiendo para la mujer el derecho de sufragio. El Movimiento Sufragista sería ya imparable.
Contrasta esta actitud liberal con la que, muchos años después, tuvo gran parte de la progresista izquierda española. Ésta se opuso a que se reconociera el derecho al voto de las mujeres en la Constitución de 1931. Indagar los motivos nos dejaría aún más perplejos. Especialmente relevantes fueron las negativas de Indalecio Prieto y de Victoria Kent. En cambio, la reaccionaria derecha votó a favor. ¿Paradojas de la Historia?
Esta lucha por la igualdad entre hombres y mujeres sólo fue una muestra de lo que Mill propuso en el Parlamento en el corto tiempo en el que ocupó uno de sus asientos. Se mostró contrario a una moción en favor de la pena capital; denunció la manera inglesa de gobernar Irlanda; defendió el derecho de la clase obrera a manifestarse; propuso la educación obligatoria; denunció las atrocidades cometidas en Jamaica, lo que le costó amenazas de muerte.
Las mujeres del siglo XXI no pueden tirar por la borda este legado. No podemos conformarnos con defender sus derechos sólo en Occidente. La lucha no puede tener fronteras ni diluirse en un estúpido respeto a todas las costumbres, bien de la nuestra o bien de otras culturas. Hay prácticas que, vengan de donde vengan, no se deben respetar. Mucho menos si esas intolerables acciones se producen en el seno de un ámbito democrático como el europeo. Aquí, la ley está por encima de las tradiciones o las creencias. Por tanto, no cabe otra salida que someter éstas a aquélla. No sólo se trata de acciones contra los derechos de las mujeres sino de las que atenten contra los de cualquier individuo.
El ciudadano —sin adjetivos calificativos— es el sujeto de derecho. Igualmente, como contrapartida, es el sujeto que tiene deberes. No lo olvidemos. Como afirmaba Mill.